Sombra que duele
Sombra que duele Cuando una caracola invade el Mandir de tu corazón sin decir Om ni quitarse los zapatos, y no enciende el incienso para rezarle a tus muertos y el espacio se deshace en tu cuerpo como una ciudad en tinieblas doy vueltas en esquinas donde nadie—ni un solo hombre, me espera hueco de amor, indiferente a la ternura.