El Encuentro – Cuento - Parte 2












El Encuentro –  Cuento - Parte 2


-Un lempira por tus pensamientos.
-¿Cómo, que dijo?
-Qué si quieres, te acompaño a tu casa.
-No gracias, estoy con unos amigos, compañeros de trabajo, vivimos en la misma casa.
-Entonces te invito a una fiesta.  Me llamo Esteban.
-Soy Antonio.  ¿Qué clase de fiesta?
-Es una fiesta en la casa de unos militares amigos.  Solo para hombres.
-¿Militares, solo para hombre?  No.  A mí los militares no me agradan.
-Toma mi teléfono.   Si cambias de opinión me llamas.  ¿Eres Venezolano?
-Soy puertorriqueño.  ¿Oye, aquí no hay un teléfono?  Mi amiga se quiere ir y necesito a llamar un taxi.
-¿Ves el muchacho ese, el chinito sentado detrás del mostrador?  El es el dueño.  Pídele el teléfono prestado, es muy buena gente.
-Gracias.  ¿Cuándo es la fiesta?
-El sábado que viene.

Así conocí a Esteban.  Hasta recuerdo lo que llevaba puesto la loquita, un sweater de rayas horizontales, camisa color turquesa y los mismos espejuelos que yo usaba de adolecente.  Nos parecíamos. Antes de que terminar la semana lo había llamado varias veces.  El jueves me mude a mi propio apartamento y él me vino a ayudar.  La semana había sido un desastre. 
En la misión me habían dado tres días para mudarme solo, por eso de que no debía dar un mal ejemplo.  ¿Mal ejemplo?  ¡Carajo! Resulta que el pastor que me había aconsejado compartir la vivienda con una chica, me había cogido de pendejo.  El y su esposa se pasaban dándome revistas pornográficas que según ellos, ya no las necesitaban.  Yo nunca les dije nada porque supuse que algo así estaba entre ellos y Dios.  No quise ver lo que era más que obvio, lo que ellos esperaban lograr con la room-mate y el porn.  En fin, que hasta ese momento llevaba un año y dos meses en Honduras y seguía con la ilusión de salvar almas en mi puesto misionero.  Solo que la soledad me la habían vestido con mentiras y condiciones absurdas.  Me la seguían en moto y desde lejos la espiaban por si se ponia un rosadito súbidito.  A lo Rita Hayworth, diría Miguel Puig, “un melodrama de un drama.


-Mami no hagas eso, acha que me da cosquillas.
-Aguanta papi, cosquillas le dan a to’el mundo.  
-No, mami no, sacate'l de’o que yo soy estrei.
-Prende y olvídate del de’o.  Voy a poner a Shaft.  ¿Te gusta Barry White?

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