A la Orilla Lenta de un Ocaso

A la Orilla Lenta de un Ocaso


Por
Sergio A. Ortiz
publicado  2014-01-16 ©



Llegaste . . .


Llegaste.
Eso es todo.
Una garza
en fuga
acortando distancias.

Llegaste.
Intima de atardeceres.
Lo lloro.
No lo olvido.
Lo sostengo.

Llegaste.
Tan definida que asombra.
Sin nada de intentos,
presente.
Desprendida.

Llegaste.
Y en mi solo hay silencio.





entre el viento y la cortina


desde un mar sereno
y la oquedad nocturna de la mina
desde la profunda quietud
de tu silencio
detrás de un mundo liquido
en calma
desde otra realidad
de ecos de campanas
o el enmarañado tiempo
que me llama 
a la orilla lenta de un ocaso






Sin Puntuación



Insistes
en lidiar mi silencio
con una crueldad infranqueable
buscando que nadie
surja donde mis rosas
brotan y huelen
a tranquilos perfumes
que abren cerraduras de orificios
y pestañas para escuchar
algo propio

Nada de distancias interminables
nada de monstruos
escondidos tras las puertas
nada de la nota baja
entrecortada
finamente
por una voz quebrada

poder cantar
poder cantar asombro
poder cantar

sin puntuación




Náutico


escarcha
que no se desprende
de mis manos—
entre flor y canto,
rosa y viento, logramos vivir

sonámbulo
existiendo en ambos lados
de una frontera—
las primeras campanadas al alba
en una aldea silenciosa

siempre me halle
en el limbo de las palabras perdidas
el murmullo
cimbró la tierra insular
y fui aires del pasado

que descienden
a nuestras zonas dolorosas
colocando a un lado
la miseria,
la ternura y la violencia




Tristeza


Se funde la luz de tu vida
sin embargo esto no es una plegaria
ni un reclamo de herencia
no consigue ser ni una disculpa
tampoco es un adiós
la casa que me arrancaron sigue viva

visitada devotamente por sus muertos.





Caminé


Quiero corroer los busques
que desataron la lluvia
con vientos mutilados
para bañarme de sal,
porque soy faro de lo indefinido
y traficó voces de ausencias,
murallas de esqueletos
que contrabandean libertad.

Mi tierra es un poema
que da sombra a los ilegales
pensamientos de una noche
perdida entre tu tiempo antillano, y
el sol lleno de cámaras transita
sobre mi piel como un fantasma
que reclama lo suyo con evidencia.

Caminé al frente de los ecos
de mi huida
hacia un corazón
disfrazado de delirios teatrales
con mi historia arrugada y mi
amor negro bailando la intensidad
del jazz.  Recorrí tu cuerpo con mi sangre
revolucionaria dejando huellas
profundas sobre tus ojos color canela.





Me dejó atrás . . .


Me dejó atrás—
Fue la distancia
de tu cadáver
que perforó un agujero
dónde estabas tú.

Fue el imaginarse
esa inimaginable travesía . . .
Mi Ulises
sin cuerpo
sin Ítaca.

Fue ese tácito clima
al que nos referimos cuando
no hay más voz
ni consuelo
en nuestra morada.

Fui yo
al no saber cuál cuerpo
tu tomaste
en mis sueños—
yo, deseando más que una visión.

Fue el no querer clausura,
una memoria sencilla,
el desvanecerse de tu voz,
tus ojos,
la calidez de tus brazos.





Sublevado


De que me sirven
tus abanicos rotos,
o el sudor del tiempo
licencioso, o tu espalda
en el ocaso de un abrazo.
De que me sirve la memoria
de tus ojos pardos, o el perfil
incendiado de tus labios tristes.
De que me valen tus pisadas
robustas de anhelos fértiles
e invisibles corrientes
en las aguas sin playas
que contienen las noches
frágiles de un sueño intenso.
De que me sirve la canción
para dormirte, o cien pozos
callados.  De que me vale
un “adiós” si todavía
te veo arrancando
sombras en la playa
de mi histeria.




Llegar con luz . .


hilando fino y sin planear,
soltando amarras,
que los ardores de este cuerpo
me devoren,
allá yo,
allá voy,
allá…
Empezando a darme cuenta
que no siento nada
al escuchar tu nombre
pasearse como un reptil
sin cola
por mi diáfana mañana.
Eres despojo
de infancias, el intermedio
arbitrario de un pasado
cauterizado con la luz
del vientre
de mi madre.





Sal


Caes más allá de tu savia
como un pálido recuerdo
trocado en blasfemia
de lágrimas.
Y en ti mi corazón
es un círculo de fuego
que se torna en sal oscura
sobre tus playas.
Y soy naufrago de sombras,
sueños confusos que guardan
el recuerdo silencioso del agua.





Amanecida


Qué escuchas
me pregunto.
Has colmado de raíces
mis espacios,
urdiendo, exhalando
la melodía de mi hambre,
urdiendo, exhalando
la sed de mi piel.
Yo busco mi propia
habitación en este hotel
en ruinas.  Qué escuchas…
Sino la lluvia.





Mi Soledad


Calma mi soledad
con el placentero anonimato
de la muerte.

Alarga la vía de regreso
hacia el mar infinito
de mi infancia.

Camina despacio sobre el incendio
de un amanecer que detiene
todos los sonidos.

Oculta la palabra y sus sentidos
bajo el anzuelo desnudo
de tu mirada.

Ignora el temor del bañista
en el turbio eco de un océano
guiado por intuiciones de colores ahorcados.

Separa la noche con tu rostro de hambre
de la estéril lágrima
abandonada al descuido.

Ay, mi soledad, tertulia insatisfecha,
acertijo de bastos para la ausencia
del lenguaje figurado.




Hacia Adentro


Llegaste a mi vida                                           
removiéndome el polvo
de los años,
inundando el corazón
de muelles.

Ahora el mutismo
es la fórmula de tu arrogante
orgullo, y tus surcos
enredan mis pasos.

*

Yo caminaba
a ciegas
sobre mi propia senda
ceñido en el misterio
de no ser hembra.

*

Mi isla abrió de nuevo
sus heridas
para hacerme ausencia
en tus palmeras.

¿Dónde está la muerte?
¿En qué agujero acompaña
al juego de luces de una vela?
No quiero este tiempo repetido,
ni el tímido silencio de una dalia.





Crepúsculo


Soy resplandor
de madrugadas fijas,
eco sin tiempo
que vuela al infinito.

Eres el seductor de mi reposo
que escala el acantilado
de mi geografía
donde todo se convierte
en fuego.

Raro que no nos sigan
vertientes de ríos negros.

(Será que el espejo se deshoja
como una emoción refinada
en tus manos…)

¡No hables! ¡Tu silencio
lo quiero salvaje!




Tu Sexo


Extraño tu sexo ciñéndose
a mi lengua.

Amo tu racimo de sudores
olvidados,

la gota de coñac que resbala
por tu muslo
con la indiferencia de una nube
que se aleja.

Amo tus claras humedades:
las de tu esperma tramposa
las de tus ojos lacrimosos.

Mi silencio con sus fauces
te rodea.




Un Solo Dolor


El sol se destroza en pequeños arcoíris para cruzar mi piel
y hacerme sudar como si estuviese acostado cerca de una tortuga
en el piso de un jardín botánico.  No quiero seguir viviendo,
solo espero que se apague mi corazón de un solo dolor.  Luego
me iré a dormir con alguna serpiente mansa en el casco de la ciudad
para no aburrir a los gallos ni provocar tormentas.  





Aproximación


Esta quietud
que mora en la imaginación
calma mi marginalidad,
la viste de mujer
para aproximarse
al lago y cantarle boleros a los astros.




No todos los silencios . . .


No todos los silencios
son iguales,
no hay poemas perfectos
como la sombra . . .
En ese lago
de cerrada indiferencia
donde cruje la cama
como una bolsa
cargada de lluvia
todos fuimos talla 30.




Canción Triste para un Adiós sin Remedio


De la selva huyen
cotorras
con las alas en llamas.
Le prendí fuego
a la lluvia,
laceré al sol con mi navaja
para huir del tiempo
que agita
tu piel como un látigo.
Hoy salvo mis abismos,
huyo del frio
que agrieta
mis alas
para no disgustarme
con la muerte.




Envejezco entre sueños


Éste no es un país
para ancianos.
Cúmulo irrisorio
de partituras anticuadas,
aves cantando
sobre el árbol otoñal
la música sensorial que todo ignora,
abrigo andrajoso
sobre un bastón doblado.
Adolecentes  
sabios, parados sobre
el fuego sagrado
de Dios, giren hacia mí.
Sean los educadores
de la trova de mi aliento
arrugado.




Cruzando el Mar



Me vi llorando
sobre la piedra más dura,
en el rincón perdido
donde comienza el viento…
Cruzando el mar
con remos de roció,
abandonado, derribado
en las sílabas de un “no te quiero”…
Y pasó la agonía de la noche
muriéndose en el fondo de una rosa…
Y pasó el alba aupándose  
sobre mis montañas…
Fue tan solo una ráfaga húmeda
la que se izó en mis pupilas.

Dos siglos de auroras
tirándose al paisaje.




Infinita llanura . . .


Infinita llanura,
cordillera helada,
tumultuoso río,

navegación por el mar
de colores apagados
o deslumbrantes, 

desierto de oro
y noche,
 
litoral que alarga al horizonte
hasta parecer el horizonte,

terminas tocándome
aunque no tenga rostro.




Solo en un banquillo mirando a un gorrión


Racimos trémulos
de desnudas soledades,
estéril desierto
de pensativa escarcha,
tu vida sin recuerdos.
El otoño no quiere mirar tus ojos
pues estás muerto. 
Eres brisa triste
entre los narcisos pálidos.





¿Cuándo?


Corrientes de aguas dulces
que en mi se cuecen,
tierra y cielo girando deleitosos,
estallido de sangre azucarada.
Lluvia fina entre mis muslos
que derrumba al cielo:
la tierra revuelta
de tus ojos. 
¿Cuándo vendrá
a saciar la sed de mi piel?
Estoy desierto de música.
Soy aprendiz del oficio de los ríos,
erosión del tiempo,
tarde magenta
en la sonrisa de tu beso.
¿Cuándo estallara
nuestro paisaje de aullidos?




un virus con zapatos


mi pobre pueblo
decenas de ranas políticas
invadieron su pozo
ahora todos nos odiamos

un virus
con puñetero  zapatos
de caimán




Tu Piel


Me urge el mar
en la almohada,
el zarpazo
de, calor, tu piel
entre mis piernas. 
Me urge,
me urge el mar.





La Imaginación


Este masticado agri-dulce ajo / esta asimétrica pierna de Greta Garbo /
esta gruta de silencio involuntario / este inédito presagio de beso rígido / este anticiclón en la topografía de un suspiro / este gentil lubricante de orgasmos bovinos / esta obsesión kyrio-pascha de convertir lo abstracto en lo concreto.




La espera y yo


Como la niebla al día

el dolor agudo asecho al consuelo,
el papel vació aguardo al instante,
como la muerte, como la muerte
salió al paso de los amantes. 


Liviano te buscofrágil bálsamo, 
sutil te mirotenue dulzura, 
sobre ti escribo mi desconsuelo,
como la muerte, como la muerte
salió al camino de los amantes.

Todo lo escucho para mimarte,
todo lo toco para obsequiarte,
todo lo hago por alagarte,
como la muerte, como la muerte 
salió al comino de los amantes.

Si lograse decir cuánto te extraño,
te lo diría así: ¡Urgente!




noches


sin saber de ti
clava duro

mi incomodidad
clava duro la separación

lo duro de querer
más no saber

clava duro
el consuelo

de estar a tu lado
sin el llanto

solo la risa
tus ojos claros

clávame
duro




Bestiario


disfruto la distancia. sentado
a solas en el bosque de sauces,

comiendo arroz con leche,
durmiendo con la luz. apagada.

no sueño. con sapos detrás
de las puertas. ni pescaditos

muertos.  no escondo. juguetes
en el armario. ni fósforos. ni velas.

no es. que no te quiera. papa.
es que la distancia la creaste  

tú. con el. régimen de humillaciones.

me acerque como colibrí.
sentí la escarcha. del rechazo.

el caminar sigiloso. de la pantera.
la mordida. de perro. rabioso.

un cardenal cantaba.
su magia. manteniéndome vivo.

cure las heridas que pude.
las que no.  las mordí.

queme.  escupí.
cubrí con ajo y lodo.

pero el mejor. herbario
ha sido el tiempo. adjunto

a la distancia. el más espectacular
de todos. mis actos. de magia.




Nanshoku
“nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”
Pablo Neruda



I

sinfonía de alondras
obra maestra del desespero
voló de nube en nube

el vagabundeaba
entre mis magnolias



            II

se viste de alas luego
las poda para estar conmigo
tímido

como el otro lado
de la luna llena



            III

bellasartes
zigzaguean detrás de
su oreja

picaros callejones 
de mi lengua



            IV

encerré al mar
en un caja de música
mantendré… secreta
a toda costa
nuestra chiva



 V

boleros

se abaten como
cuando mis dedos caen
sobre tu cintura

trémulo recinto de partida



            VI

agua fresca demonio
enroscado en mi lengua —
el sorpresivo invierno
conquista la luna escondida
en el iris de mi ojo goteado semen



            VII

te alejas de la noche
como te advienes al día

devastado

por sus promesas
contra-ban-dean-do sus interrogantes



VIII

evito recordar
el revés de una sonrisa
tus manos

cinceladas a la perfección
en la espuma de cerveza
            IX


pecadillo
amigo y amante del verano
capricho del orgullo

despierto corriendo-
me en tu mano


X

debajo del olmo
al pie de unos picos nevados
dos amantes jadean

por encima del bullicio
de un coro de gaitas


            XI

arias cósmicas
ángulos tangentes
sesenta y nueve lagrimas

sudando setas
tallo y gorra


XII

ábreme
al rio del insomnio
perfuma

los soles breves
de mi crisantemo parpadeante


XIII

derramó vino
  sobre mi zapato
    floreció
      en la esquina de mi cama
        hoja de hierba doblada




XIV

¿dónde está mi Buda?
  ladeando sobre
    la madera

  seducido por mi
albergue


XV

estoy ausente
  en su cuerpo
    despidiéndome

de su ropa
  terciopelo arrugado


XVI

noche larguirucha
  desmayada en la saliva
de sus pezones 

mi sombra se inclinan
  hacia tu frente


XVII

pilares
  secretos bien guardados
deudas

pagadas con besos a hombres
  de mierda vestidos de agua






Murmuran


monstro         eso piensan
murmuran                que hago prosélitos
parado
en la cabeza de una aguja
aseguran                    mi erección aumenta
el color           de mi pelaje

que cavo huecos
para enterrar mi      puño dentro de su ano

a mí me agradaría
sentir algo de ellos
tal vez eso que                      nombran
calor humano





Al aire libre


El manjar de tu reclamo
corrió sobre mi río
hasta llegar a la arena fértil de la sabana
donde se deslizó sobre troncos,
piedras y alguna que otra hoja caída.

El gemido matinal,
la respiración de nuestros cuerpos,
despertó la música.

Regresé a tus brazos inquietos
acariciando las corrientes translúcidas
de tu aroma,

manchado por la fuerza torrencial
de tu lujuria,
sedimento sobre mi piel oscura.





Ara ra ra


Te
escurres
como
la
espuma
entre
el mar
y
la arena

mientras
yo sigo
trabajando
idiotizado
por
tu careta

de payaso
tallada
en
caoba, y
una docena
de
uniformes
planchados
sobre
mi cama. 

Así
de inútil
es tu
pobreza.




A los Semidioses y Tótems


Tu ojo ario vio al hombre-gato corriendo
sobre mi tejado y quiso acusarlo de venganza.
Tu ojo ario empleó a mi tío,
el violador, y a su hijo como asistentes
de mis tres hermanas corpulentas,
firme seguidoras de Estée Lauder y fotografía vintage 
de chicas sexualmente explicitas pegadas a la pared.
Tu ojo ario no tiene moral, pero tiene percepción.
No se adhiere a nada, pero es crítico,
no llora porque no conoce las fases de la luna,
y nunca ha visto una charca,
ni ha tenido a un hijo que pueda llamar suyo.
Tu ojo ario creó un universo ojo-céntrico completo,
lo lleno de semidioses y tótems.
Tu ejército de ojos arios se enemisto con otros ojos
para sacarme de la contemplación y llevarme la acción.
Tu ojo ario opina que el pobre teme a la naturaleza
cuando el rico teme al aburrimiento
y que ninguno de los dos sabe a quién honrar.





Los Afortunados


En aquellos días íbamos a la playa
a practicar el tiro al blanco: la seducción.

Aprendíamos a hablar inglés, o francés.  
Leer quitaba un poco la mancha de plátano
así es que no faltaba el bestseller.
Se usaba el arte de la palabra tersa.

Éramos los afortunados, nacidos
después de la última guerra.
Los que desecharon la zafra.  Los que no aprendieron
a matar y desplumar una gallina. 

La turba de futuros empleados públicos
con palancas políticas,
desempleados.




Piña


Tus labios cayeron sobre mi espalda,
torrente de gorriones picoteando la piña

agridulce que hincha lenguas y amortigua
respiraciones como mortero de boca ancha.
 
¡Toma, golpea a las setas tailandeses
de mis nalgas perfumadas de estrellas de mar

y de hojarasca!  Tus dientes laceran la piel
de mi nuca que late frente al abismo

de pensamientos mojados, historias translucidas
que arrancan a besos la pulpa de mis labios

al compas de un ligero ritmo tropical:
Danzón que no tiene descanso, que retumba

como los dedos de Ismael Rivera sobre mi cuero,
lasca de piña redonda y azucarada

con la morena dulzura de tu melaza.


Erótico


tu  piel: ardiendo por dentro
quema, cubre

apretado -- preciso, mojado,
seco & otra vez se revuelca en mi hambre,

tu prepucio.





Dedicatorias


Al enemigo:
un cara a cara.

Al insomnio:
peras ó manzanas.

A la espera:
un celador Sur Africano blanco dormido
sobre una mina de diamantes.

Al salón de clases:
un reloj, la sobriedad del agua.

A la lejanía:
lo que recuerdo de Omar,
resplandor sigiloso, desnudo
húmedo en lo más profundo
de mis pupilas.

Al amor:
una tregua, y otra tregua.




Asteriscos para lo intacto


contigo  todo es:
sin testigos

algo nuevo

empero, números reales
é imaginarios, líneas cruzadas

bajo la primera capa
de mi epidermis,

cartográfica




Topografía


esta es mi historia,
mi alumbramiento.

soy silla de ruedas,
cuerpo envuelto en un saco,

niñez jaloneada
por una maldición injusta

y el inútil, terco deseo de un par de manos
hechas a mi medida

escalando mis muslos.





que importa


se me tiro encima
quería ahogarme. 
estaba enfermo.
luche, le partí
el labio, lo patee.

busque dos
pedazos de madera
dura, los cosí
clavé y clavé.  Hice

un hoyo, lo mas
profundo que pude.
enterré el madero
al revés y a latigazo
limpio lo obligue recitar: 
“yo soy puertorriqueño sin na’, pero sin quebranto

Y al echón que me desmienta 
que se ande muy derecho…” 

que importa.  aquí no hay
desiertos de cenotes mayas
solo crepúsculos
de saliva.




Discreto


tomó un jalón del cigarrillo
observó cuando alzas la cerveza
al otro lado de la barra

luego me prendes este Newport 
y preguntas si se puede

me interpongo 
entre la luz 
y tú

mi sombra 
es toda tuya





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