Cuatro de mis poemas publicados en Letralia!

http://letralia.com/letras/2016/01/22/poemas-25/

Rezo

Señor,
te espero en los espacios
más resecos de una línea
de piel que aún recuerda
la humedad de tus cultivos amorosos.
Señor,
vamos a jugar a lamer serpientes.
El cansancio de dos siglos deshila
soledades cotidianas.
Hasta los erizos de calle
te pierden el miedo
y te escupen.

Estas líneas fabricadas son el penacho de lo que nunca digo en voz alta, el auténtico jaraneo celestial en comparsas homoeróticas. Se amontonan dondequiera corva la caoba como la mano que clasifica erecciones de bugarrones retirados. Los de otro tiempo, ya que los de ahora se llaman Jesús —la muerte, José— el bling se me sale por el culo, Juan —yo mamo pero no me chupes los labios que no soy gay. Y es que últimamente me ahogo en una marea de mentiras y quiero mostrarles a mi unicornio de tinta y papel para que sepan que yo fui de otra época donde el beso no imitaba a la muerte, ni cobraba un mínimum-charge. Éramos dos cuerpos, dos hombres queriendo meterse mar adentro.

Frente al mar

Estoy perlada de noches musicales,
acordes de viola que no cupieron
en el suelo arenoso de tu playa.
Los ocasos me hacen huir con labios resecos
hacía en el ombligo del tiempo menos tiempo,
y tiemblo repleta de amores paridos
con el más agudo grito, tiemblo.
La mar, mi hermana,
bate sus olas sobre mis pezones,
me saluda su rocío matinal,
soy cántaro de uvas marinas.
Vierte tus encantos dentro de mi boca
para esparcirme igual que tú… sobre una ola.
No busco orilla, más bien busco el sosiego de haber sido huella
de coral vivo en tu último ocaso.
Traigo sobre mi espalda la más reciente lluvia
y el aire libre de mi hermana batiéndose a golpes
con olas gigantes frente al mar. Triunfando,
siempre triunfando.

Ausencias

Estos códices ingenuos no son callejones abstractos, ausencias que irrumpen en mi soledad para inmolarme en el papel. Ni siquiera son atavíos musicales del derrumbe de mi cuerpo. Son ojos de agua dentro de mis poros, diseños gráficos de una muerte profunda y difícil, montañas de signos que presagian la dosis exacta de vida. Son los latidos pacientes del origen que convocan a la esperanza, o al postrero adiós, para seguir creciendo.

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