No existen patrias para débiles ancianos
No existen patrias para débiles ancianos
Le prendí fuego a los
mares,
laceré el sol con mi
navaja de afeitar
para escapar del
tiempo.
Estoy salvando mis
abismos,
no quiero disgustarme
con la muerte.
Esta patria no es
lugar para ancianos,
ridículas colecciones
de partituras anticuadas,
pájaros trinando
sobre el árbol otoñal,
música sensorial que
aparenta ignorarlo todo,
harapientos abrigos
doblados encima
de un bastón torcido.
Dos adolescentes
parados
sobre el fuego
sagrado de Dios,
se ríen de mí y
preguntan:
¿Acaso, tú eres el educador
de la nueva trova,
y su aliento arrugado?
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