Dándome Tragos con Orfeo


           



Dándome Tragos con Orfeo


Después de oscurecer, el bar lleno de hombres
que parte de mí ama―la parte que se desnuda
afuera de la ventana de del señor Omar,

recién divorciado dueño de una pistola,
oh, señorito Omar, ¿Dónde estás ahora?

Orfeo dice que él no pereció, no se convirtió
en ceniza de la luz brutal, encontró un buen trabajo,
ganaba buen dinero, tenía su propio seguro y

una casa, era un esposo decente. Sé que el empobrecimiento
reside en la palabra descenso. El ruido del bar
hace una especie de silencio. Cuando Orfeo

me entrega sus gafas de sol, veo cómo el fuego
lo cambia todo. En mi mente estoy detrás de un hombre

cuyo sobretodo se eleva por encima de sus caderas,
tan firme como lo permite el tacto, diciendo
que no me olvide cuando me convierta en el líquido

de donde nacen los nombres, leche de sal, leche-dulce,
leche de animal. Quiero ser un ser humano

sobre el cuerpo, desarraigado y derecho, un doblez
de súplicas liberadas, pero soy una herida negra,
lo que queda después de haber firmado el contrato.

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